jueves, 1 de septiembre de 2016

¿LA HORQUETA DE ROJAS O ROXAS ?




OTRA HISTORIA VEROSÍMIL


La ocupación de las pampas

Varios fueron los móviles que impulsaron a los repobladores de Buenos Aires, llegados con Garay en 1580, para efectuar las primeras incursiones “tierra adentro”, además de las malocas[1] “correrías” o “pacificaciones” a los nativos aledaños.
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Para la apropiación de las caballadas cimarronas era menester internarse decenas de leguas hasta encontrar las tropillas de potros salvajes, baguales que –según los cronistas– integraban miles de ejemplares a los que era preciso apartar, capturar a lazo o bola y arrear hasta los campos aledaños a la ciudad.
Seguramente que esas “entradas” a tierra de indios, las exploraciones de los “rumbos y linderos” de las tierras que estaban “vacas, desiertas y despobladas”; las tropas aprestadas por los vecinos para introducir y formar rodeos con el ganado procedente de Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero, como así también las “recogidas” de los bovinos que, criados a campo abierto, se alzaban en busca de los mejores pastos o aguadas y posteriormente, las cacerías de los vacunos “cimarrones”, procreados por los domésticos “alzados” y diseminados en la salvaje e indómita libertad de las pampas; de igual manera  las caravanas de mercaderes, religiosos, funcionarios y/o viajeros; las expediciones para la extracción y acarreo del cloruro de sodio que afloraba en las lejanas salinas y salitrales de la llanura, cuyos bueyes carreteros dibujaban caminos en travesías casi nunca documentadas, fueron el comienzo de la historia del conocimiento geográfico de la planicie bonaerense, dando lugar a la formación de los primeros topónimos del territorio en proceso de ocupación, proceso del cual quedan solamente referencias muy generales, a veces confusas, en antiguos papeles, legajos o crónicas posteriores; porque en el inicio las noticias relacionadas con la configuración topográfica, las condiciones ambientales y costumbres de sus moradores naturales, sólo formaban parte del bagaje particular de destrezas y rutinas que sobre la marcha adquirían aquellos rudos individuos que, a fuerza de vivir y sufrir las peripecias propias de sus frecuentes o esporádicas incursiones, concluirían siendo avezados conocedores del medio que condicionaba su estilo de vida.

TROPA DE CARRETAS
Jean Léon Pallière (1858)

La simple circunstancia de encontrarse frente a una acumulación de conchillas en las playas de un curso de agua (depósitos de valvas de moluscos provenientes de las fases regresivas de las ingresiones marinas en antiguos tiempos geológicos) motivaría que se lo recordase como el “riachuelo de las conchas[2]; una importante formación arbórea abierta o monte de árboles medianos, algarrobos, talas, espinillos, de ramas retorcidas, en su mayor parte espinosas, entremezclados con arbustos achaparrados y matorrales de hierbas duras, determinó que el paraje fuese denominado del “monte grande[3]; en otro caso, la presencia de bancos de tosca que interrumpen la pendiente del terreno por donde discurre el agua, formando algún pequeño “salto[4], les habría sugerido también, como navegantes que eran, el familiar calificativo de “arrecifes[4], cual si se tratase de los prominentes escollos que ponían en peligro la navegación en las costas de los mares.

Un curso de agua salobre habrá sido causa suficiente para que sólo por esa condición fuera reconocido entre los demás, transmutándose en topónimo el espontáneo epíteto de “salado”; de la misma manera que se identificaron y mensuraron unas tierras situadas sobre el río de Lujan, haciendo referencia al único accidente con que tropiezan en la homogeneidad del paisaje, “desde el paraje del árbol solo”, “...midiendo las dichas cabezadas desde un Sauce que está en el dicho río, que llaman el árbol solo...” [5]


RÍO SALADO (Prov. Bs. Aires)
https://es.wikipedia.org

No obstante lo expresado, existen a lo largo y ancho del país innumerables nombres de lugares, aún de origen castellano, cuya origen se desconoce, como es el caso de la ciudad, el río, la “horqueta” y la antigua laguna de Rojas, entre otros muchos de esta zona y del resto de la provincia de Buenos Aires, como la laguna de Gómez, en el partido de Junín, el arroyo Piñeiro en General Arenales o la laguna de Rocha en Chacabuco.

En esa época fue usual que el nombre del propietario de las tierras, o el de quien notoriamente las usufructuaba, se aplicara para determinar parajes o irregularidades del terreno que era preciso reconocer o distinguir de otros lugares o relieves similares.

Con el presente trabajo se pretende hacer una apro-ximación, un simple aporte para su dilucidación, para esto hay que retrotraerse a los primeros años del siglo XVII, como se verá más adelante.

Ese extenso curso de agua que en aquel tiempo sólo llamaron “de los Arrecifes”, en la actualidad se denomina río de Rojas hasta confluir con el arroyo Dulce, afluente que es el principal emisario desde la margen izquierda, punto que actualmente se reconoce como terminación del Rojas y comienzo del Salto, que al converger con el arroyo Fontezuelas o Pergamino alimentan el curso del tramo final que es el que actualmente se denomina Arrecifes y que desemboca, más adelante, en el río Paraná.



El río Rojas nace en la laguna del Buey, en el partido de Colón (limítrofe con la provincia de Santa Fe) aguas abajo recibe el aporte de su primer afluente considerable, el arroyo Pelado que se origina en los guaicos próximos a General Arenales; su curso sinuoso llega a la laguna Cabeza del Tigre o La Tigra, que cautiva otro tributario de cierta importancia, el arroyo Manantial de las Piedras, que desciende también de este último partido y ya frente a la ciudad de Rojas aumenta su caudal porque desagua sobre su orilla derecha el afluente más importante: el arroyo Saladillo de la Vuelta, esa confluencia configura, en el terreno comprendido entre ambos cursos de agua, el paraje históricamente conocido como la “horqueta de Rojas”, en cuyas inmediaciones se emplazó inicialmente, en 1777, la guardia fronteriza que tomó su nombre de este lugar.

Plano de la Frontera de Buenos Aires que se reconoció por orden
del Exmo. Sr. Don Juan Juan José de Vértiz Virrey y Capitán General de estas Provincias 1779


En el Plano de la frontera de Buenos Aires (1779) trazado con su orientación invertida, técnica común por aquellos años, en base al reconocimiento de las pampas ordenado por el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, operativo que ejecutara el Tte. Coronel Francisco de Betbezé y Ducós, con el objeto de analizar un posible adelantamiento de las líneas fortificadas, pueden observarse (en la parte inferior derecha del documento cartográfico) como últimas referencias demarcatorias, en el confín del rumbo noroeste, a la Guardia de Roxas [6] , la laguna homónima, la del Carpincho y, bordeando el Salado, la cadena de médanos o cerrillada, como también le llamaban.

  

No obstante el relevamiento efectuado sobre el terreno, no se concretó el avance preconcebido por la falta de recursos humanos y materiales, argumentando Vértiz, además, que en la retaguardia no faltaba terreno, “le hay en abundancia, bueno, inculto y despoblado, sin necesidad, de salir a buscarlo al frente” y un excesivo adelantamiento de las posiciones no les permitiría recibir refuerzos desde Buenos Aires “dejando el Río Salado a su retaguardia, que en sus crecientes es casi intransitable”, por lo que en este derrotero de la travesía solo se dispuso la reconstrucción de los existentes “por no hallarse ninguno en estado de defensa”, trasladándose la Guardia de Rojas a la otra orilla por las mismas razones, es decir, para evitar su posible incomunicación en caso de un aumento considerable del caudal de ríos y arroyos. [7]

En marzo de 1796 partió de Buenos Aires la expedición dispuesta por el Virrey Pedro Melo de Portugal y de la Rocha Calderón, comandada por el Capitán de Navío de la Real Armada Félix de Azara e integrada por jefes militares prácticos de la frontera, soldados, milicianos, topógrafos, baquiano, cura capellán, lenguaraz, peones; nutrida caballada, cientos de vacunos y tropa de carretas con pertrechos y suministros.
Se internó tierra adentro, en un principio con rumbo noroeste, para hacer un relevamiento topográfico de los lugares más propicios, por sus buenas pasturas, aguadas, tierras aptas para la labranza y bien posicionados para interceptar las irrupciones aborígenes, con el objeto avanzar las líneas fronterizas y establecer nuevas poblaciones sobre las márgenes del río Salado.
Consta en el Diario de la expedición que el día jueves 24 de marzo de 1796:
se comenzó a costear el arroyo Rojas, llamado así en su origen, después del Salto, por una especie de arrecife, y últimamente al entrar en el Paraná lo denominan el Arrecife, porque parece que allí le tiene”. [8]
A continuación se reproduce un fragmento de la Carta Esférica de la Frontera Sur de Buenos Aires, delineada por el piloto de la Real Armada Juan Insiarte, en base a las observaciones y mediciones astronómicas del ingeniero militar Pedro Cerviño, todo, obviamente, bajo la supervisión de Azara, donde se observa la exacta ubicación de las que denominan “lagunas de Rojas”, “unas lagunas interrumpidas, que dan origen al Saladillo de Rojas”, como se apunta en el aludido Diario. 

En realidad, la comisión atravesó estos lugares en circunstancias de una inclemente sequía, señalando en otro de sus párrafos que “el Salado, hasta aquí desde su origen, no merece nombre de río ni de arroyo”. En realidad esos pequeños pantanos o esteros que encontraron a su paso, en tiempos de abundantes lluvias y/o afloramiento de las napas subterráneas conformaban un receptáculo, al parecer de cierta importancia, de ahí su permanencia en la toponimia de la época, punto de referencia en la monótona planicie, aunque en este caso no está correctamente trazado su desagüe en el arroyo Saladillo de la Vuelta y este, a su vez, en el río Rojas.




En el área nordeste del partido de Junín, al NE de la laguna que Azara denominara Mar Chiquito, se definen las últimas lomadas loéssicas que caracterizaron históricamente este sector, en el que proporcionalmente predominan las partículas de arena fina y muy fina sobre los otros componentes minerales del suelo, limo y arcilla, presentando pequeñas depresiones cóncavas (hoyas o cubetas) generalmente de forma circular u oval, eventualmente anegadas total o parcialmente.   
Esta laguna de Rojas estaba ubicada muy cerca, hacia el este, de la pronunciada curva que actualmente describe la Ruta Provincial Nº 65 entre las localidades de Agustina y Fortín Tiburcio, en tierras de la antigua Estancia Maipú; el área está cruzada por cordones medanosos estabilizados, en dirección paralela a las lagunas Mar Chiquita y Gómez. Dichos cordones no sobrepasaban generalmente, los 10 metros de altura y 1,5-2 Km de ancho, con gradientes que varían del 3 al 6 %. Las cotas máximas del área - 90 a 95 m sobre el nivel del mar - se registraron justamente en esta unidad, terrenos que por su desnivel actúan como divisorios de aguas, las del Salado fluyen hacía el Río de la Plata, mientras que el drenaje de este sector, se orienta hacia la cuenca del Paraná, a través del Arroyo de las Nutrias, afluente del Saladillo de la Vuelta, curso que nace entre las actuales localidades de La Angelita y Fortín Tiburcio y que corre de oeste a este, desviándose después en una revuelta o recodo que se orienta hacia el norte para desaguar en el río Rojas.[9]
Las áreas circundantes tienen un drenaje sumamente imperfecto porque la pendiente es casi nula, con gran peligro de anegamiento en épocas lluviosas y de ascenso de la napa freática, normalmente próxima. [10]

En estos ambientes, tanto el relieve de los terrenos como las comunidades vegetales de las pampas indianas han sido profundamente modi-ficados por la actividad hu- mana durante más de dos siglos, pero todavía suelen encontrarse algunas formas relictuales de los densos y robustos pajonales de an- taño y otras especies pa-lustres. [11]
El tipo de vegetación dominante era la estepa herbácea, sin tallos leñosos aéreos, preponderantemente graminídea, es decir con matas cuyos tallos cilíndricos, con nudos de trecho en trecho, flores en espigas o panojas y grano seco, se elevaban desde unos pocos centímetros hasta dos metros de altura, un verde mar de pastos que se agitaban con el viento, como dijo Cabrera[12], en esta región desprovista de árboles, "con el gradual incremento de las labores agrícolas y el correr de los años, numerosas especies autóctonas han desaparecido, un número reducido se adaptó a las nuevas condiciones impuestas por el accionar del hombre y otras alóctonas, ocuparon el espacio libre, multiplicándose y difundiéndose naturalmente".[13]
Las comunidades prístinas, en la actualidad prácticamente inexistentes, fueron sustituidas por sembrados y campos de pastoreo que favorecieron la propagación de pastos tiernos y la introducción de diversas especies exóticas, incluyendo numerosas malezas, que en invierno presentaban un aspecto casi seco, pero en primavera ese manto vegetal recuperaba un color verde realmente vistoso y vivificante, tornándose en pajizo a fines del verano. [14]
En este tipo de parajes se concentraba naturalmente el ganado alzado, es decir animales relativamente mansos o apenas desbravados, criados en un hábitat agreste, que se apartaban del dominio de sus dueños orientándose hacia los mejores pastos y aguadas, como así también las ariscas vacadas y yeguadas cimarronas, descendientes de aquellos, procreadas y criadas en bravía libertad.

Sin embargo, aquellas vacas silvestres hubieron de en-frentarse, tiempo después, con su peor depredador: “un mamífero más pequeño que ellos, pero con buena espe-cialización para la caza: el hombre”, porque “los tiempos ecológicos no coinciden con los tiempos económicos - apuntan los mismos autores - la demanda de cueros creció más rápidamente que la capacidad de reproducción del ganado cimarrón, lo que afectó la existencia misma del recurso.”[15]

http://www.agritotal.com/nota/7583/

Por eso, en marzo de 1688, el Procurador General de la Ciudad de Buenos Aires, capitán Juan de San Martín (que nada tiene que ver con los antepasados de nuestro libertador) hubo reiterar ante las autoridades reunidas en la sala capitular del cabildo, que se impidiera la matanza y recogida del ganado vacuno cimarrón, pues ya se revelaba una notoria disminución y se hallaba alejado, según expresó, “en mas de veinte leguas en contorno desta dicha ciudad”, peticionando, en caso de concederse licencia a algún accionero, que dichas matanzas y recogidas se efectuaran “de la otra parte Y desta del Rio de los arrecifes adelante del Salto del dicho Rio q. llaman Corriendo dicho ganado de halla Para aca.”, es decir que la estampida fuese hacia adentro de los campos del Arrecifes, donde casualmente el capitán San Martín tenía cuatro estancias con buena cantidad de ganado bovino, yeguarizo y mular, así como casas, corrales y esclavos.[16]

Conociendo los naturales de Chile la profusión de ganado alzado y cimarrón que vagaba por la llanura, escribió Azara en 1796, se fueron estableciendo en estos campos fusionándose con los pocos nativos que había en ellas, “de modo hoy casi todos los indios son de la costa de la Cordillera” y así como ellos llevaban grandes rebaños para intercambiarlos en el país vecino, al mismo tiempo no se privaban los españoles de Mendoza, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires de hacer grandes matanzas y cantidades de corambre de toro. “De ahí se siguió, que a mediados de este siglo estaba exhausto este precioso mineral de cueros y no habiendo ya ganados alzados en las pampas, se vieron los bárbaros en una especie de precisión de robar el manso o de rodeo en las estancias de esta capital”. 
Esta es la época y la causa de la guerra con los indios, que ha ocasionado tantas muertes de una y otra parte[17]

Pero hasta la primera década del año 1700, no se mencionan depredaciones masivas causadas por los indígenas de las distintas etnias; hasta ese entonces era posible hacer recogidas de ganado, formar rodeos o acopiar cueros en parajes alejados de la ciudad, que en muchos casos se arrogaban como propios, los antropónimos que perduran desde esa época en la geografía pampeana lo demuestran.



Mapuches
https://oldcivilizations.wordpress.com

A excepción de algunas esporádicas agresiones contra personas circunstancialmente distanciadas tierra adentro, carreteros, arrieros, vaqueros, tanto los “antiguos pampas” o "querandies", cuyo hábitat original era la vasta llanura, como los pueblos patagónicos y andinos que por esos tiempos se habían infiltrando, en forma constante y sucesiva, en los confines de la extensa planicie y en cuyo proceso de adaptación se adueñaron primordialmente de cuantiosas yeguadas salvajes, no interrumpieron, en mayor medida, la multiplicación de los rumiantes cimarrones, muy por el contrario, sí consta la desproporcionada acometida de los propios pobladores de aquel Buenos Aires y de aquellas modestas ciudades comarcanas, estas últimas ”con tanto exçeso que cassi llegan a las estancias que los Vezinos desta Çiudad Tienen pobladas en el Rio del Arreçife." [18]
muchos Vezinos sacan Lizencias y se las dan a mulatos Libres mestizos advenedisos y otros Jeneros de Gente q. Con poco Temor de Dios del Vien Uniberssal de esta Republica sin atender a la neçesidad que padeze Hazen destrossos en los Ganados entrando antes y despues de la pariçion y quando quieren sin observar El tiempo Y los Messes que estan premeditados por Autos Y acuerdos... llegando a Tanto su desafuero que publicamente se alavan y Jactan que para Haçer solamente quatro çientas Vegigas de grassa matan mas de otras Tantas Reses fuera de las Terneras y Guachaje q. muere y atropellan siendo su Viçio y entretenimiento desgarretar y matar El ganado Por Cuia caussa Ha venido al sumo descaeçimiento que se Reconoze y averse Retirado A los parajes referidos ... [19]
Después del 1700 la frontera provincial del noroeste sufrió las incursiones de los malones con una frecuencia e intensidad desconocidas hasta ese entonces. La presión indígena desencadenó, a su vez, un proceso de militarización de la frontera que tampoco tenía precedentes. A partir de 1738 en que se establece el primer fuerte en Arrecifes, el cabildo de Buenos Aires intentó, pese a su desconocimiento geográfico del terreno y de los menguados recursos humanos o materiales, implementar las acciones destinadas a poner a la sociedad de la frontera en pie de guerra, con el establecimiento de sucesivas líneas de fortines, la formación de milicias mediante la movilización de los paisanos de la zona, la creación de cuerpos regulares de soldados “blandengues” y la previsión de fondos destinados al ramo de guerra para sufragar los costos derivados de su organización y operatividad.  [20]





[1] - En América del Sur, irrupción inesperada de partidas conquistadoras a tierra de aborígenes con la finalidad de arrasar sus asentamientos y cautivar nativos para su servicio personal.
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[2] - Actual río Reconquista.
[3] - Actuales partidos de Vicente López y San Isidro (Prov. de Bs. As.)
[4] - Actual ciudad y partido del mismo nombre. (Prov. de Bs. As.)
[5] - Andrés R. Allende: Mercedes de tierras hechas por los Gobernadores – Arch. Hist. Prov. de Bs.As. La Plata 1979
[6] - Hasta el siglo XVII, muchas de las palabras que en castellano moderno contienen la letra "J" tenían en su lugar la letra "X". Sin embargo, durante ese siglo, el sonido evolucionó hacia el de la jota actual y tras las reformas pertinentes se cambió la grafía "X" por la "J". Dicho cambio fonológico derivó en un reajuste ortográfico. Por razones históricas y culturales (casos México, Texas, etc.) dichos arcaísmos son aceptados por la Real Academia como formas alternativas a las grafías modernas; no obstante la /X/ en estas palabras ha de ser pronunciada como una /J/.
[7] - Ramiro Martínez Sierra: El mapa de las pampas – T. I – Buenos Aires - 1975
[8] - Félix de Azara: Reconocimiento de la Frontera en Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata de Pedro De Angelis – Impr. del Estado – Bs. As. – 1837
[9] - Carta de suelos de la Rep. Argent.: Alem - Junín - Hoja 3560 - 7 y 8 - INTA -Bs. As.- 1980
[10] - Juan C. Musto y Fernando Vavruska: Carta de suelos de la Rep. Arg. - Hoja 3560 (7 y 8) INTA 1980
[11] - Bohdan Jacyszyn: Carta de Suelos de la República Argentina - Hoja 3560 (7 y 8) INTA 1980
[12] - Ángel L. Cabrera : Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1958
[13] - Bohdan Jacyszyn : Carta de suelos - Hoja 3560 - 7 y 8 - INTA.- 1980
[14] - Bohdan Jacyszyn : Obra citada
[15] - Brailovsky y Foguelman: Memoria Verde - Ed. Sudamericana - Bs. As. - 1997
[16] - Acta del 4-mar-1688: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Archivo Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[17]- Félix de Azara: Reconocimiento de la Frontera en Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata de Pedro De Angelis – Impr. del Estado – Bs. As. – 1837
[18] - Acta del 22-set-1694: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[19] - Petición del Procurador General Cap. Diego Rodríguez - Acta del 22-abr-1694 – Arch.Gral.Nac. – Bs.As. -1925
[20] - Carlos A. Mayo: Sociedad rural y militarización de la frontera en Buenos Aires, 1737-1810 - Jahbuch fur Geschichte Fon Staat, Witschaft Und Gessel-Ischaft Lateinamerikas, XXIV, 1987







El Salto del río de los Arrecifes



En 1637, el por entonces Gobernador del Río de la Plata Don Pedro Esteban Dávila otorga generosas mercedes de tierras que estaban situadas en el territorio de los antiguos querandíes, lejos de la ciudad para esa época, “dentro en las Pampas” dice el documento aceptando una geonimia ya preexistente, acto de disposición con el que se favorece a ciertos personajes concediéndole varias parcelas cuya cantidad y dimensiones excedían las medidas normales de lo que por entonces se conocía como “suerte de estancia”. [1]
No deja de llamar la atención estos primeros avances colonizadores hacia el noroeste de Buenos Aires que demuestran, por una parte, una rápida vocación expansionista de sus más notorios pobladores, después del 1600, con el objeto de acaparar la mayor cantidad de tierras para destinar al “multiplico” de los ganados, cuando el cuero vacuno fue susceptible de una incipiente explotación con fines de lucro a través del comercio interior o exterior, generando las primeras acumulaciones de capital originado en la genuina producción local y una cierta supremacía sobre los aborígenes comarcanos que les permitiría disfrutar de un largo período de relativo sosiego, no obstante, pasarían más de dos siglos antes que lograran asentarse definitivamente, con rumbo noroeste, en las cercanas costas del curso superior del Salado.
Surge del acta mencionada, de fecha 24 de octubre de 1637, que habiendo acampado el ejército real a unas treinta leguas de la ciudad de Buenos Aires, en el paraje conocido como “Salto del río de los Arrecifes”, se hizo merced al Sargento Mayor Marcos de Sequeira y a otros oficiales de la comitiva, de varias y pródigas mercedes de tierras.[2]

En particular interesan las concesiones efectuadas a éste, consistentes en “dos pedazos de tierras de dos leguas cada pedazo [...] uno de una banda y el otro de la otra [...] y a de empezar a correr las dichas dos leguas de frente de cada parte rio abajo desde donde nace formado rio y paraje que llaman el primer Salto y hacia la tierra adentro han de correr tres leguas cada pedazo de tierra[3], es decir que, con un frente de dos leguas sobre ambas orillas, una de esas parcelas, se internaba tres leguas en la inhóspita llanura, siguiendo el rumbo noroeste de un curso de agua que con el tiempo, se conocería como el río de Rojas.


Martín de Moussy: Description geographique et Statistique de la Confederation Argentine Atlas de 1869
(fragmento)

La otra parcela orientaba sus tres leguas de fondo, hacia el río Areco y la Cañada Honda, donde también le adjudicaron otras tierras, por la calidad y lustre de su persona, según se dice, por los servicios prestados a su Majestad, tanto en la Armada Real como con armas y caballos, en alardes, malocas y fortificación de la ciudad y porque además, estaba “casado con nieta de conquistador y poblador de la provincia del Tucumán”.

Pocos días después se rubrica el documento relacionado con el pago de los derechos correspondientes a la posesión de los bienes aludidos, situados “en parte muy apartada y despoblada”, “donde topa y se aparta el camino real que va a la punta, sobre mano izquierda[4], explicándose mejor en el texto mismo del acta, se deduce que el camino real atravesaba el torrente en ese paraje y seguía adelante, desde su orilla izquierda, apartándose del río, “que va subiendo a su nacimiento por otro lado”. 

Es decir que por allí ya era común el trajinar de algunas tropas y carretas que, después de vadear o costear el arroyo Fontezuelas se dirigían por el paraje de Melincué a la ciudad de San Luis, conocida como “la punta de los venados” y al resto de la región de cuyana, evitando el camino real a Santa Fe y Córdoba, para acortar distancias y, durante algún tiempo, la aduana seca establecida en esta última provincia en 1622, reubicada en el año 1696 en Jujuy, dependencia que gravaba con un 50% las mercaderías que introducidas en el puerto de Buenos Aires se encaminaban hacia el noroeste del país. 


Puesto que en la mencionada acta de 1637 se deja constancia que los dos frentes, “río en medio”, del “paraje que llaman el primer salto de los Arrecifes”… han de empezar a correr río abajo… desde un arroyo que esta junto al dicho salto”[5] no queda otra opción que referirse al sitio donde las formaciones de tosca provocaban la cascada existente en ese entonces, algunos cientos de metros después de su unión con el Arroyo Saladillo Chico y en cuyas inmediaciones, un siglo después, se levantaría una de las primeras fortificaciones para defender a los pobladores de esos campos.
En el año 1683 preocupa al Cabildo la circulación de recuas de mulas y caravanas de carretas por los graves daños y perjuicios que, según se dice, ocasionaban en el ganado cimarrón que pastaba en tierras realengas “las perssonas que Vienen con tropas de bino de la provincia de cuyo”, las que, a su regreso, hacían acopio de ganado alzado y matanzas para obtener cueros, sebo y grasa, precisando que dichas “tropas de carretas”, cuando “Vienen a esta Ciud.d Y salen fuera della trajinan Por El Camino que llaman del Salto del arresife...[6] Por Ser llano Y de ningun riesgo”, siendo que deberían transitar al volver “Por El otro Camino del arresife[7], habiéndose resuelto, en consecuencia, “Se les prohiba a dhos. Carreteros El que quando Salgan desta ciu.d Pasen por El dho. Camino del Salto... que es quando pueden hazer los daños...”[8]

 

Arch. Gral. de la Nación - Colecc. Witcomb



















Podría decirse que el Sargento Mayor Marcos de Sequeira era, por ese entonces, uno de los vecinos más acaudalados de la paupérrima y aldeana Buenos Aires, habiendo ocupado distintos cargos en el Cabildo de la ciudad. El 5 de marzo de 1630, a los treinta y cuatro años de edad, formalizó su casamiento con Ana de Matos y Encinas, joven quinceañera, hija primogénita del fallecido capitán Lázaro de Matos y de Francisca de Encinas, grupo familiar, compuesto además por otra niña y dos niños, proveniente de la ciudad de Córdoba del Tucumán y afincado en Buenos Aires desde algunos años atrás.
Estando enferma de gravedad la señora madre de Ana, el consorte de ésta se comprometió solemnemente a ser el tutor de los tres hermanos menores. Marcos de Sequeira muere en el año 1643, dejando a su joven esposa sin hijos, pero con una cantidad considerable de campos sobre los ríos Luján, Areco y Salto de los Arrecifes, abundante ganadería y un solar en la ciudad capital.

Doña Ana de Matos y Encinas dejó de existir en el mes de enero de 1698, habiendo superado los ochenta años de edad y por su expresa voluntad, sus restos fueron enterrados junto a los de Sequeira, en la Iglesia del Seráfico Patriarca San Francisco. [9]

En terrenos donados en octubre de 1682 por esta devota mujer y acaudalada estanciera, se construyó la capilla y muchos años después la actual Basílica de Luján, pero a cinco leguas del lugar donde, según la creencia, aquellas carretas no pudieron vadear el mencionado río.
de todo el sitio que necesitare para la fábrica de su Capilla, con más una cuadra sitio en contorno de ella; y asimismo le hago donación de un cuarto de legua de tierras de mi estancia de frente sobre el río Lujan de la otra banda y ha de comenzar Río abajo, cinco cuadras distante del monte de árboles frutales que tengo en dicha estancia, y este cuarto de legua de frente ha de tener todo el fondeo que tienen las demás tierras de mi estancia, para hacer las sementeras y lo demás que fuere útil para la conservación y aumento de este Santuario”. [10]
Para mayor información ver : El "milagro" de Luján   CLIQUEAR AQUÍ

En el testamento consta que poseía una chacra en Monte Grande, dos estancias sobre ambas márgenes del río Luján y otras dos en el Salto del río de los Arrecifes heredadas de su esposo y de las que se hizo mención en párrafos precedentes, declarando, además, varios esclavos y la casa de sus padres en la ciudad.
También manifiesta en esa declaración de última voluntad haber criado como “hijos naturales suyos”, habidos con Tomás de Roxas y Acevedo, a María, Juan Bautista y Gregorio Matos. [11] [12]

La joven y agraciada viuda, después de algunos años, entre 1650 y 1660, supo mantener una íntima relación con ese precoz estanciero, diez años más joven, cuyos campos eran contiguos a orillas del río Luján.




[1] - Andrés R. Allende: Mercedes de tierras hechas por los Gobernadores –Arch. Hist. Prov. de Bs. As. - La Plata - 1979 
[2] - En otras actuaciones aparece apellidado como Sequera, Siqueyra, etc. Por su mayor difusión, pareciera que lo correcto es Sequeira, posiblemente de origen galaico-portugués y así se utilizará en las páginas siguientes. 
[3] - Es de suponer que por esa época se utilizaría la antigua legua terrestre de 17,5 leguas por grado de longitud en el sentido de los meridianos = 6349 metros por legua, pero coexistían en las distintas regiones y provincias españolas patrones diferentes.
[4] - Registro Estadístico de Buenos Aires de 1861 – Impr. El Nacional – Buenos Aires – 1862
[5] - Registro Estadístico de Buenos Aires de 1862 – Impr. Berheim y Bonco - Buenos Aires -1864
[6] - En el presente, ciudad bonaerense de Salto, rumbo que siguen las Rutas Nacional Nº 7 y Provincial Nº 31
[7] - Actual Ruta Nacional Nº 8, que atraviesa la ciudad de Arrecifes en la provincia de Buenos Aires.
[8] - Acta del 22-set-1683: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1921
[9] - Obviamente no era la actual Basílica ubicada en el ahora casco histórico de la ciudad de Buenos Aires, en el tradicional barrio de Monserrat, aquella fue erigida con materiales poco consistentes, paredes con ladrillos de adobe y techos de palmas y tejas. La obra definitiva comenzó en 1731, soportando varias remodelaciones y reconstrucciones.
[10] - Carlos Miguel Buela: María de Luján – El misterio de la mujer que espera – Institute of the Incarnate Word Inc. – New York – USA - http://books.google.com.ar/
[11] - Lic. Hilda R. Zapico Lic. Carolina Adad: Defendiendo el derecho a vaquear: acciones públicas de las mujeres en Buenos Aires” 1650 -1700. Fac. de Humanidades - Universidad Nacional del Sur - Bahía Blanca (2007)
http://cehsegreti.com.ar/historia-social1/mesas%20ponencias/Mesa%205/Ponencia_Adad_Zapico.pdf
[12] - Carlos Ibarguren (h): González Filiano  - Revista del Inst. Arg. de Ciencias Genealógicas Nº 17 – Bs. Aires – 1977
Carlos Ibarguren (h): Solicitada  -   Revista del Inst. Argentino de Ciencias Genealógicas  Nº 18 – Bs. Aires – 1979
José María Pico: Genealogía -  Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Nº 22 – Bs. Aires – 1987




                      

La aldea de los traficantes


Tal vez sea oportuno destacar la contingencia demográfica que presentaba en aquel tiempo la llanura bonaerense. Como ínfimo villorrio y débil aldea calificó Besio Moreno a la ciudad de Buenos Aires del 1600, teniendo en cuenta que su reducida población urbana y rural estaba en el orden de unos 500 habitantes, entre europeos, criollos, negros y nativos de servicio. [1]

En tanto que para el año 1650, según el cálculo matemático y estudio crítico de la población de Buenos Aires realizado por el ingeniero Nicolás Besio Moreno, basado en datos de los cronistas e historiadores, censos, padrones, recuentos y registros parroquiales de nacimientos, casamientos y defunciones, pese a que algunos de aquellos divulgaron noticias contradictorias y que en muchos casos, estos últimos, acusan manifiestas inexactitudes, producto de anotaciones deficientes, extravíos de cuadernillos, etc., por lo que la inestabilidad de las cifras que proyectan no pueden considerarse más que con relativa certeza, es posible delinear algunos criterios conceptuales acerca del desarrollo demográfico de la ciudad y sus contornos, en base a los cuales el autor mencionado reconoce una población urbana de 2.783 habitantes.

Buenos Aires (1650)Foro de la Memoria Patricios
 Ingº  Manuel Vila
http://forodelamemoria.blogspot.com.ar/2013/01/el-fuerte-de-buenos-aires-historia-de.html

Debe consignarse que durante ese siglo XVII es imposible separar, por falta de datos conocidos, la población urbana de la rural, fundamentalmente porque dicha diferenciación no sería muy notoria en una época en que la mayor parte de los habitantes, ciudadanos y campestres, estaban aglutinados en torno de la pequeña aldea, pero si se tiene en cuenta el empadronamiento de 1726, realizado exclusivamente en los pagos aledaños a Buenos Aires, por orden del gobernador Bruno Mauricio de Zavala para reclutar pobladores de la campaña con el objeto de urbanizar el puerto de Montevideo, podemos llegar a la conclusión que su poblamiento se manifiesta en un nivel escasamente considerable, pues la exigua cantidad de vecinos y moradores de las pocas estancias y chacras de la zona, diseminadas en leguas y leguas de campo abierto, desde la Magdalena, en el curso inferior del río Salado, por el sur, hasta el pago del río Arrecifes al norte, no llega al 30% de aquella cifra
A pesar de los datos demográficos disímiles o ambiguos que se manejan al respecto, no debe menospreciarse la fuerte injerencia de varios centenares de lusitanos en los asuntos políticos y económicos de Buenos Aires, así como en ciudades de la vasta Gobernación del Tucumán  y del alto o bajo Perú, durante el siglo XVII, por medio de la constitución de una extensa red, formal o informal, de relaciones parenterales, sociales y/o clienterales.
En la misma Sevilla de aquellos años operaban portugueses en la carrera de Indias, fundamentalmente en el tráfico de esclavos, pero también con distintas mercaderías de ultramar, con o sin permisión, por supuesto con conexiones en distintos puertos africanos y en las principales ciudades europeas y americanas (Río de Janeiro, Bahía, Cartagena de Indias, Lima, Potosí, Buenos Aires) donde muchos connacionales estaban radicados con derechos de vecindad, casa establecida y familia constituida.


         Ranchería de San Isidro         -       Oleo de Prilidiano Pueyrredón       ...Museo Nacional de Bellas Artes

Debe tenerse en cuenta que la muerte sin descendientes de Sebastián I de Portugal en 1578 y la del sucesor en el trono, su tío abuelo Enrique I, también sin herederos, en 1580 (el mismo año del repoblamiento de Buenos Aires) desembocaría en la unión dinástica de la península ibérica pues Felipe II, Rey de España, primogénito de Carlos I e Isabel, hija segunda de Manuel I de Portugal, envió al Duque de Alba y su ejército a Lisboa para sosegar a algún otro pretendiente y asegurarse la sucesión que se sostendría hasta 1640 con Felipe IV, conformando una “monarquía compuesta”, es decir, integrada por varios reinos (Castilla, Aragón, Portugal, etc.) y diversos estados (Nápoles, Sicilia, Países Bajos, etc.) que se mantendrían en paz en tanto y en cuanto se reconocieran a las respectivas noblezas locales sus propias leyes, fueros, privilegios, usos y costumbres.

No obstante que Portugal se vio comprometida en conflictos bélicos muy costos en vidas humanas, recursos económicos y pérdidas territoriales, en Brasil las incursiones o malocas de los bandeirantes le permitieron comenzar a extenderse por regiones propias de la corona de Castilla, violando el Tratado de Tordesillas de 1494, en tanto que el relajamiento de los controles aduaneros facilitó la entrada de portugueses al Río de la Plata, animados por las nuevas expectativas, comerciantes, marineros, artesanos, zapateros, carpinteros, tejeros, sastres, pulperos, vendedores ambulantes o labradores se aventuraron en las tierras recién pobladas, prosiguiendo, muchos de ellos, la ancestral diáspora que los alejara de los visitadores inquisitoriales, establecidos en Brasil a comienzos del siglo XVII,  porque los emigrantes lusitanos siempre estuvieron sospechados de judaizantes y practicar en secreto sus antiguos ritos, cristianos nuevos es el calificativo impuesto a los integrantes de esa comunidad, forzados, o no, a adoptar la religión católica.

"Los portugueses no ocuparon, sin embargo, un lugar marginal en la temprana vida económica y social porteña" - dice Wasserman - porque constituyeron estrechos lazos parentales y de negocios con las beneméritas familias fundadoras.

Buenos Aires   -    Plaza Mayor        (hacia 1700)     
Pintura de Leonie Matthis         (1883 - 1952)
Foro de la Memoria Patricios   -   Ingº  Manuel Vila
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Uno de los personajes más influyentes de aquel Buenos Aires fue Diogo da Veiga, propietario de navíos aparejados para el transporte de pasajeros o cargas hacia y desde las costas del Brasil, tenía, además, vinculaciones con tratantes asentados en distintos puertos de África y formaba parte de una familia portuguesa de “banqueiros cristãos-novos”. 
Había nacido “na ilha da Madeira” en 1570, desde donde zarpara en 1588 hacia Brasil, llegando a nuestro país en los primeros años del 1600, sólo unos veinte años después del repoblamiento de Garay, y ya en la década siguiente manifestaba tener “casa poblada y haciendas de mucha importancia como es notorio y hombres que acudían a las malocas y todas las más ocasiones que se ofrecían en este pueblo de servicio de Su Majestad y de esta republica”, razones por las cuales adquirió la condición de “vecino”.[2] [3]
Establecido en Buenos Aires estrechó sólidos lazos de connivencia con el español sevillano Juan de Vergara, arribado a estas tierras en 1605, y con distintos funcionarios reales, como Mateo Leal de Ayala, Justicia Mayor y Simón de Valdez, Tesorero de la Real Hacienda, entre otros, conformando en poco tiempo una facción que, adueñada del poder decisorio y judicial del Cabildo y detentando importantes cargos en la administración local a través de parientes, secuaces o testaferros, operaba sin restricciones en un puerto, periódicamente clausurado o esporádicamente abierto, según las inocuas y absurdas disposiciones reales en materia de intercambio comercial que pretendían impedir la salida de la plata potosina por el puerto de Buenos Aires, desabasteciendo a la pequeña pero estratégica aldea de bienes de uso y consumo imprescindibles para un desarrollo sustentable, no obstante, el contrabando fue el medio que permitió la exportación de cueros, harinas y cecinas por mercancías ultramarinas, claro que en ese tiempo la mercancía más valiosa era el tráfico clandestino de carne humana que se vendía, pieza por pieza, a los esclavistas que las distribuían al interior del territorio, llegando a Potosí y otras ciudades del Perú, donde multiplicado su valor, se pagaban con lingotes o piñas de plata sin quintar.


Debe considerarse como un efecto no previsto por la incompetente legislación impuesta por la corona castellana, que el comercio ilícito, al margen de la violencia empleada en muchos casos para lograr sus propósitos, aseguró, al menos, la permanencia e incremento de los escasos vecinos de aquel Buenos Aires, pues la mayor parte, directa o indirectamente se beneficiaron con esa actividad marginal cuyo objetivo primordial era llevar las mercaderías ultramarinas a las ciudades interiores, fundamentalmente a Potosí, donde alcanzaban un precio exorbitante; en cierto modo se consideraba sólo como una forma distinta de intercambio y en cuanto a la evasión fiscal por estos lares, lo único que ha cambiado son las sofisticadas técnicas de simulación.

Juan de Vergara, “señor de vidas y haciendas”, fue el más poderoso contrabandista y terrateniente del Río de la Plata en el siglo XVII, poseedor varios solares en la traza de la ciudad, “chácaras” y otras estancias en todos los pagos de aquel tiempo (Magdalena, Matanza, Luján, etc.) por algo  se llegó a decir que “asistiendo  este hombre en esta tierra no es poderoso ningún gobernador”.


También debe tenerse en cuenta que el tráfico racial era en aquel tiempo aceptado como algo usual por todos los estamentos del poder, sociales y religiosos, siendo los portugueses verdaderos pioneros en el comercio atlántico, pues a partir el siglo XV introducían esclavos africanos en la vieja Europa.

Ya desde los primeros años del 1600 se denunciaba la notoria entrada sin licencia de portugueses en barcos “negreiros”, como así también en los restringidos navíos mercantes que en sus bodegas cargaban azúcar, especias, azogue, hierro, acero, herramientas, telas, ropas, tejidos, sombreros, calzados y otros artículos de manufactura europea, en embarques no siempre autorizados o que excedían las cantidades permitidas, llevando de retorno cueros y piezas de plata potosina, inaugurando una nueva ruta comercial que perjudicaba a los mercaderes españoles y extranjeros establecidos en la ciudad de Lima.
El dinámico contrabando y los sistemáticos fraudes a la Real Hacienda demuestran que los circuitos desplegados sobre América por el dominio español representaban, también para otras potencias europeas, vías de acceso a la riqueza americana. Así como el Caribe interesaba por su carácter estratégico, dado que por allí circulaba buena parte del tesoro americano, el Río de la Plata interesaba por su estratégica condición geográfica, que permitía acceder a la riqueza metálica de las minas peruanas por canales interdictos... disponían un terreno apto para encarar empresas de conquista que permitieran ir más allá del contrabando en Buenos Aires, proyectando su dominio político. 
En torno a 1664, coincidente con la creación de la Compañía Francesa de Indias Occidentales, Jean-Baptiste Colbert, ministro de Luis XIV, recibía los relatos de dos franceses que habían recorrido la región rioplatense: Barthélemy de Massiac y Acarette du Biscay. Mientras el primero procuraba demostrar la importancia de la navegación en el enriquecimiento nacional francés, proyectando el dominio de Francia hasta los márgenes rioplatenses (y atrayendo así el interés del ministro), el relato del segundo expresa la grandeza de una empresa semejante a través de la narración de sus propios intereses comerciales y, aún, personales.
Diversos argumentos fundados en políticas estratégicas sostenían el interés persuasivo en la narración que Massiac ofrecía a Colbert. Aquel viajero sostenía que:
"sería fácil en la primera guerra tomar Buenos Aires cuyos mismos habitantes, para gozar del comercio (que se les ha cercenado y sin el cual son miserables), estarían contentos de restaurarlo uniéndose a los franceses, sin esperar los insultos y hostilidades de la guerra,"
 ...el contrabando y la defraudación a la Real Hacienda podían ocurrir ante la mirada y con el auspicio e intervención activa de los oficiales reales del puerto, del gobernador y de los regidores. Se gozaba, en efecto, de aquella “libertad de comercio”, negada en la legislación (y por ello, arriesgada) pero abiertamente practicada a través de organizaciones sostenidas en redes de parentesco y confianza. [4]
En conclusión, se procuraba enfatizar sobre las riquezas de Potosí, la importancia de Buenos Aires como puerto de acceso a las mismas y la supuesta predisposición de sus habitantes para liberarse del dominio español, tal era la importancia del comercio ilegal que suscitaba ambiciones extraterritoriales.


Esa vehemente atracción que había inspirado a los portugueses a bautizar el gran pótamo como "rio da prata" y a concretar la fundación de Nova Colonia do Sacramento en 1680, producto de la proclividad expansionista de esa nación y del desolado panorama de la incuria hispana en sus dominios rioplatenses, desembocó en el secular y cruento conflicto durante el cual fue menester sitiar y tomar dicha plaza en cinco oportunidades, hasta su recuperación definitiva en 1777, como consecuencia de las concesiones diplomáticas de España que siempre concluían con la devolución de este enclave a la corona de Portugal.




[1] - Nicolás Besio Moreno: Buenos Aires, estudio crítico de la población – Bs. As. – 1939
[2] - Gabriel Torelly Fraga Correa da Cunha: Os cristaos-novos portugueses e o comercio de escravos no porto de Buenos Aires (C.1595-1640) – Univ. Fed. Do Rio Grande do Sul – Porto Alegre (Brasil) 2011 - https://www.lume.ufrgs.br/bitstream/handle/10183/36950/000819245.pdf?sequence=1
[3] - Rodrigo Ceballos: Os vecinos lusitanos na restauração portuguesa: um estudo das redes sociais na Bs. As. Seiscentista - Métis: História & Cultura - Vol. 13, No 25 (2014) - http://www.ucs.br/etc/revistas/index.php/metis/.../1677
[4] - Martín Wasserman: De pueblo en pueblo. La información asimétrica como estímulo de los intercambios en los bordes rioplatenses del antiguo régimen - UBA (Conicet) - 2015




                              
   Los Roxas y Acevedo  


Pedro de Roxas y Acevedo[1], jefe de esta familia porteña, había nacido en Garachico, Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, en 1594 y falleció en Buenos Aires en 1642.
Se supone que llegó a esta última ciudad en los primeros años de la segunda década de los seiscientos, donde ya residía su hermano mayor Gaspar, quien se ocupaba en la lucrativa profesión de escribano del Registro y de la Hacienda Real, estimándose que por su mediación fue nombrado oficial mayor de la Contaduría de la Real Hacienda, además de desempeñarse como capitán de caballería y con el transcurso del tiempo en otros cargos más importantes como el de escribano público y de gobierno, regidor perpetuo, teniente de gobernador y, aunque muy brevemente, como gobernador interino.[2]
Habiéndose casado con María de Vega, originaria de Santiago del Estero, hija del citado primer “banquero”, prestamista y traficante de Buenos Aires, procrearon cinco hijos: Gregorio, Juan, Agustín, Tomás y Amador de Roxas y Acevedo, los cuales no utilizaron el apellido materno.
De esta mujer se sabe que nació entre 1602-03 y que fue trasladada a Buenos Aires después que su padre Diego de Vega, como aparece documentado en estas tierras, contrajera matrimonio con Blanca de Vasconcellos, nativa de Portugal, siendo la única de sus hijos extramatrimoniales que, reconocida como tal, llevó su apellido.[3]

Los Roxas y Acevedo de Buenos Aires, de mediatos antepasados hispanos y portugueses, descendían de los Acevedo Roxas, familias radicadas en las Islas Canarias desde algunas décadas atrás, inmediatas a la conquista definitiva del archipiélago por parte de la corona de Castilla en 1496, presuponiéndose cierto grado de hidalguía en la rama materna, porque sus sucesores tinerfeños con- tinuaron en el uso de este último apellido y los des- cendientes que pasaron a América lo antepusieron al Ace- vedo. [4]


Pedro de Roxas y Acevedo y Diego de Vega, además de terratenientes, poseían vinculaciones comerciales y fiancieras, a través de corresponsales y apoderados, con Lisboa, Lima, Potosí, Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba, etc., por medio de los cuales subían las mercaderías ultramarinas y bajaba la plata potosina


POTOSÍ - Cerro Rico - Danielle Pereira - https://www.flickr.com

El primogénito, Gregorio de Roxas y Acevedo, fue enviado por sus padres a estudiar leyes a la Real y Pontificia Universidad de San Marcos (Lima-Perú) llegando a destacarse como sobresaliente letrado e ilustre catedrático de la misma. Sus descendientes ocuparon prominentes puestos políticos, militares y religiosos en Perú, Chile y Bolivia.

Juan, el segundo hijo, pasó al reino España siendo un niño aún, acompañando en 1626 a su abuelo Diego de Vega, careciéndose de datos suficientes sobre su ocupación en el viejo mundo, pero se sabe que pasó a Portugal y ejerció muy importantes funciones como “Fidalgo de la Casa Real”, llegando, incluso, a ser Canciller Mayor del Reino y Embajador Extraordinario a la Corte de Roma; dejando solamente un hijo que también se desempeñó al servicio de la monarquía lusitana.

Del quinto de los hijos de esta familia, Capitán Amador de Roxas y Acevedo, se sabe que desarrolló distintas ocupaciones en el fuerte de la ciudad y en el cabildo, suponiéndose que murió soltero sin dejar descendencia alguna.
Como el resto de su familia se dedicó intensamente a la actividad pecuaria (en alguna oportunidad cumplió con el requisito de pedir licencia para recoger cuatro mil cabezas de ganado vacuno) y a los negocios en distintos rubros (fanegas de trigo, sacos de sal, botijas de vino, etc.) los que no obstante su elevada posición social, le acarrearon más de un contratiempo por retener mercaderías previendo su escasez y encarecimiento.
En diciembre de 1676, cuando ya no era integrante del ayuntamiento, se trata en este cuerpo el caso de una caravana de carretas procedentes de Santa Fe, “con carga lo mas della yesso” y una tropa de “ochosienttos y ttreinta cavallos y setentta Personas los sesenta y seis yndios y los quattro españoles” enviada por el Maestre de Campo Antonio de Vera Muxica para que, a cargo y disposición de Amador Roxas, realizaran crecidas vaquerías y recogidas de ganado cimarrón en tierras realengas “Para sacar fuera de la jurisdizion de esta Ciudad en conttrabenson. de lo acordado Por este Cavdo. y lo mandado Por autos del Govno.”, por lo cual en esa sesión del “Cavildo Justiçia y Reximiento” se ordenó que la gente, carretas y caballada se vuelva “via recta a la dha. ciud. de Santta fee”….. como asi mesmo el que no asiente ni haga flette ttrato ni combenio alguno con ninguna Persona Para recojer ni arrear ningun Ganado bacuno mayor ni menor… incurriendo, en caso contrario, en la pérdida de la caballada, carretas y aperos y todos los implicados en la pena de prisión por seis meses. [5]
A raíz de un incidente entre el Obispo de Buenos Aires Antonio de Azcona Imberto y el Gobernador Andrés de Robles por asuntos de ceremonial también se reveló que el mencionado prelado había investigado, a fines del 1600, ciertos abusos cometidos por ese funcionario y miembros de su familia, como así también el Sgto. Mayor Juan del Pozo y Silva y Amador de Roxas y Acevedo, de quienes se dijo que lucraban, a costa de los intereses de la Real Hacienda, negociando con los capitanes de navíos holandeses y portugueses la entrada ilegal de mercaderías, directamente por el puerto o desembarcando ocultamente las lanchas en las chacras o estancias que Roxas y otros vecinos poseían cerca del Riachuelo. [6]

POTOSÍ - Casa de la moneda

Tomás de Roxas y Acevedo el cuarto integrante de este grupo familiar y quien mantuviera durante años la informal relación antes mencionada, supo desempeñarse en el cabildo porteño, durante algún tiempo, como procurador general de la ciudad, alcalde de segundo voto y alférez real. Implicado en negocios clandestinos relacionados con la importación, exportación y acaparamiento de mer- caderías y productos, fue condenado en 1662 a pagar una multa de 5.000 pesos plata, desterrado a España siguió interviniendo como empresario mercantil en las principales ciudades del viejo mundo, Madrid, Sevilla, Ámsterdam, Lisboa; a su regreso, unos siete años después, contrajo matrimonio en Buenos Aires con la sevillana Beatriz de Lezcano, los cuales, para nuestra mayor confusión, tuvieron una hija, legítima en este caso, que llevó el nombre de María de Roxas y Acevedo, fallecida en 1685, o poco tiempo después, casada en ese entonces, por segúnda vez, con el Maeste de Campo Juan Vázquez de Velazco, sin dejar descendencia.
Tomás de Roxas y Acevedo manteve alianças com o governador Pedro Baygorri Ruíz, defensor do comércio com o Brasil, e foi nomeado em 1660 Tesorero de la Santa Cruzada. Acusado de manter comércio ilícito com cidades brasileiras e tráfico ilegal com Potosí, foi preso e enviado para Espanha. Em 1663 se encontrava livre e vivendo em Amsterdã e, quatro anos depois, já estava em Lisboa. Através de um irmão “Secretário do Estado” apresentou sua candidatura por “interposição de pessoa” como titular dos navios de registro, sendo aceito em 1688 através do nome de Miguel de Vergara.”[7]
Al otorgar su testamento instituye como heredera universal a su legítima hija María, pero reconoce además cinco hijos extramatrimoniales a los que legó, en concepto de ali- mentos el quinto de sus bienes, cuyo monto se calculaba, pese a los reveses sufridos, en unos doscientos mil pesos plata.

Podría suponerse que en ocasión de su informal relación marital, Tomás de Roxas y Acevedo, hombre inquieto y aventurero, tal vez de ambiciones desmedidas y sin mayores escrúpulos, haya utilizado, aquellos campos “del salto de los arrecifes”, que la propietaria conservó hasta su muerte, como así también los parajes aledaños y propicios, como el de la “horqueta”, para la procreación de ganado al margen de las restricciones legales relacionadas con las matanzas o encaminamientos de vacunos para las ciudades norteñas, o acaso, para la crianza de mulas destinadas al Alto Perú, pues ningunos de estos negocios les fueron ajenos a su entorno familiar, empleando para ello capataces y peones que, obrando en su nombre, dejarían la impronta del apellido como sobreentendidos mojones que delimitaran la tenencia de esos apartados lugares en tierras de nadie, de manera tal que el apelativo de Roxas o Rojas haya perdurado en la memoria de la gente del pago, aunque en su largo transcurso se perdiera la noción de su origen?

Moneda de plata - 8 Reales - Potosí - 1676

Agustín, el tercero de los hijos de la familia Roxas Acevedo tuvo a su vez tres descendientes en su matrimonio con Juana de Amorín y Barbosa: Pedro, Catalina y Agustín.

El primero de ellos, Pedro de Roxas y Acevedo (homónimo de su abuelo) fue quien adquirió notoriedad en su tiempo pues también fue regidor perpetuo desde 1664 y alférez real desde 1670 hasta su muerte; durante su gestión supo ser designado para comandar la partida encargada de traer desde Potosí “el situado”, es decir los fondos asignados, en piezas de plata amonedada, para pagar a las tropas reales y funcionarios del gobierno español, como así también representar a la Gobernación y al Cabildo en gestiones a realizar ante la Audiencia de Charcas en la ciudad de La Plata (actual Sucre, Bolivia) y, a su vez, en el camino, atender negocios familiares en la extensa, por entonces, Gobernación del Tucumán (comprendía todo el noroeste del país, incluso las ciudades de Córdoba y Santiago del Estero).

Debe destacarse que esta persona tiene particular participación en esta historia pues se desposó con su prima carnal María, la primogénita de su tío Tomás y de Ana de Matos y Encinas, por tanto, potencial heredera, junto con sus hermanos, de aquellas suertes de estancia que principiaban en el “Salto de los Arrecifes” otorgadas al Sargento Mayor Marcos de Sequeira.  [8] [9]
En este caso las presunciones antedichas cobran mayor verosimilitud, se advierte una concatenación más directa entre el hombre y el nombre con que la espontánea toponimia lugareña consagrara algunos de aquellos parajes apartados y despoblados, situados en tierras realengas, es decir, bienes mostrencos, vacantes o sin dueños conocidos, que se supone son propiedad del estado, cuestión que no tendrían por que saber los paisanos que trajinaban por aquellos andurriales y que anónimamente dejaron para la posteridad la denominación del río, la horqueta y la laguna de Rojas.

Pero las conjeturas no terminan ahí.
Toribio de Peñalba y Ceballos, nacido en el pequeño pueblo cantábrico de Vioño, en la región que antaño se conociera como las Asturias de Santillana, fue un vecino destacado de Buenos Aires, poseedor de solares en la ciudad y mercedes de tierras en ambas márgenes del río Luján, fue capitán de milicias, alcalde de la Santa Hermandad y Procurador General de la ciudad, aunque el centro de su actividad económica y relaciones parentelares era el pago de Luján y sus aledaños, hasta el río Arrecifes.
Uno de sus hijos, Juan de Peñalba y Sosa, se casó en agosto de 1659 con Ana María de Vega o de Roxas, con ambos apellidos aparece citada en documentación de la época, joven huérfana criada por María de Vega, por entonces viuda de Pedro de Roxas y Acevedo, el patriarca del clan.
Los descendientes de ambos usaron indistintamente de alguno de esos apellidos (Felipe de Peñalba y Vega, Miguel de Peñalba y Rojas, María de Peñalba y Rojas, Juan de Peñalba y Vega, Francisco de Peñalba y Vega) siendo del caso señalar que la familia de Pedro de Roxas y Acevedo y María de Vega, parece haber sostenido una íntima relación con la de Toribio de Peñalba y Ana de Sosa, pues aquellos fueron los padrinos de tres de sus seis hijos e hijas: Felipe, Miguel y Lorenza de Peñalba y Sosa.
Posiblemente el hecho de que los padres de Ana de Sosa (Vicente Simoes y Francisca de Souza o Sosa) fueran portugueses, como los de Vega o da Veiga, puede que sea el motivo que dio origen a ese trato familiar. [10]

Lo cierto es que estas familias tuvieron sólidos intereses en campos de Luján, Salto y Arrecifes, por ende, no debería extrañarnos que sus correrías en pos del vacuno alzado o cimarrón se extendieran decenas de leguas tierra adentro y que usaran determinados lugares para formar rodeo, apacentar el ganado o dedicarse a la cría de mulas.


Para que el antropónimo Roxas o Rojas subsistiera en el tiempo es necesario que en su origen se haya producido un hecho notoriamente destacado y significativamente trascendente, como sería la tenencia y explotación del terreno por alguna persona que, independientemente que fuese o no su propietaria, además de portar el apellido, ostentara cierto grado de preeminencia en el contexto social de la época, circunstancia conocida y aceptada, o tolerada, por los conocedores del medio, campesinos, pobladores o personas de paso que solían frecuentar el lugar.
Los Roxas Acevedo pertenecieron al exclusivo grupo de familias que detentaron cargos gubernativos o electivos en el cabildo por más de tres generaciones, conformando, posiblemente, el linaje porteño más influyente del siglo XVII, siendo además grandes hacendados y mercaderes vinculados al tráfico internacional e interregional de productos ultramarinos y sudamericanos.[11]

Hasta el momento no se ha encontrado ningún documento que pruebe la posesión de esta familia de los terrenos aludidos, de lo contrario ya hace tiempo que avezados investigadores del tema, como Juan J. Cabodi, entre otros, hubiesen dejado constancia de ese hecho, limitándose éste a expresar que esos parajes responden a una deno- minación topográfica muy anterior, sin opinar sobre su desconocido origen.

Al respecto transcribe un parte del mes de abril del año 1767, remitido por el Comandante del Salto al Gobernador Francisco de Paula Bucarelli, por el cual le informa “como el dia cinco del presente, se arrebattaron los indios unas mulas mansas, de unos boyeros, en el aroyo de rojas, como cosa de Nuebe leguas de aqui.[12]
Por la misma época, consigna este autor una información del Comandante de Pergamino, Francisco Faijó y Noguera, quien da cuenta al entonces Gobernador Juan José de Vértiz y Salcedo, de haberse avistado indígenas “entre las lagunas de Rojas y Manantiales de Piñero”.
El 19 de octubre de 1777, aborígenes ranqueles invaden “un Paraje llamado Roxas”, llevándose un millar de cabezas, entre vacunos, yeguarizos, mulares y algunos bueyes tras matar un boyero y haciendo huir a los restantes que, por cuenta de alguien, estaban al cuidado de los mismos, paraje conocido también como la "orqueta de Rojas" razón por la cual tres días después los comandantes de los pagos de los Arroyos, Arrecifes, Pergamino y Salto, se reúnen en el “paraxe donde avia sucedido el Insulto”, para coordinar una entrada que permitió recuperar el ganado en cuestión.

Es evidente que ya por ese entonces se desconocía la procedencia del topónimo en cuestión y que su permanencia se debe a la memoria colectiva de los paisanos de esos pagos, que se remonta a tiempos anteriores a la erección del puesto, precariamente fortificado, en diciembre de 1777 y trasladado a la otra orilla en 1779.




[1] - Azevedo sería la grafía original de sus antepasados portugueses y así aparece en diversos documentos.
[2] - Leopoldo de la Rosa: Una familia aventurera luso-canaria en el Nuevo Mundo http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/viewFile/7193/6094 
[3] - Lic. Hilda R. Zapico: Una demostración pública de honor, fama y notabilidad en el Bs. Aires del siglo XVII: las honras fúnebres – (Trabajo compilado en Patrimonio cultural en cementerios y rituales de la muerte – T.II – Gob. de la ciudad de Bs. Aires – 2005)
http://www.folkloretradiciones.com.ar/literatura/temas_13II.pdf 
[4] - Leopoldo de la Rosa: Obra citada
[5] - Acta del 19-dic-1676: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[6] - Francisco C. Actis: Actas y Documentos del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires Vol. II – Bs. As. - 1944
[7] - Rodrigo Ceballos: As (in)formalidades do Império Espanhol no Século XVII os portugueses em Buenos Aires e as redes de poder.
www.rj.anpuh.org/resources/rj/Anais/.../Rodrigo%20Ceballos.doc
[8] - Leopoldo de la Rosa: Una familia aventurera luso-canaria en el Nuevo Mundo -
http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/viewFile/7193/6094
[9] - José María Pico: Genealogía - Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Nº 22 – Bs. Aires – 1987
[10] - Carlos E. Fandiño: La descendencia de Toribio de Peñalba y Ana de Sosa – Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Nº 20 – Bs. As. – 1982
[11] - Carlos Birocco: La élite de poder en Bs. As. colonial: cabildo y cabildantes entre los Habsburgos y los Borbones (1690-1726) – UNLP – Fac. Humanid. y Cienc. de la Educ. – La Plata – 2015 –  http://hdl.handle.net/10915/48277
[12] - Juan Jorge Cabodi: Historia de la Ciudad de Rojas hasta 1784 – Archivo Histórico de la Prov. de Buenos Aires – La Plata – 1950